viernes, 4 de diciembre de 2009






3 de diciembre de 2009
DIÁLOGO ENTRE INDEPENDIENTES
Conversación entre dos independientes, verdaderas raras avis en el maravilloso reino de Hispanistán, donde abundan las especies lumbrícidas:

—Hacía tiempo que no te veía, muchacho, ¿cómo te va?
—Psss… —el joven se encoge de hombros—. Ya ves, me doctoré este verano y...
—Vaya, ¡enhorabuena, no es fácil antes de los treinta! ¿Y ahora, qué?
—Pues eso… que me he encontrado con que me cierran todas las puertas al paso. Por ejemplo, en la universidad,
donde la endogamia…
—¡Ah, la endogamia! ¿Pero es tanto como dicen?
—Pues imagínate, si no existen más concursos de oposición a un puesto docente que los amañados por los miembros de los departamentos, que escogen a uno de los suyos en una farsa premeditada.
—¿Pero eso… es así, y... es legal?
—Se convoca una plaza, según la Ley, pero luego, alegalmente, se decide desde dentro a quién se le va a conceder… ¿Lo entiendes? Es un burladero cojonudo.
—Vaya, chico, pero… no sé, ¿no hay otra forma de entrar, algún modo de ganar méritos?
—No es fácil, verás… imagina… un arquitecto, como tú, que haya diseñado y dirigido algunas cuantas obras, incluso reconocidas… pero que además tenga un doctorado en lo suyo. Pues contará menos puntos, menos méritos, que un interino que, escogido a dedo (e incluso sin doctorado) se haya dedicado a escribir artículos, artículos que sus superiores, por supuesto, hayan filtrado a las revistas especializadas. O imagina, por poner otro caso, a un profesor de Instituto que se haya curtido en las aulas un tiempo, y pongamos por caso que… bueno, que incluso haya publicado un par de ensayos, otro de novelas… pues, verás, no sumarás un solo punto (por mucho doctorado que tengas) frente al interino que en el departamento de la facultad a la que te presentas haya sido protegido y dirigido en volandas hasta el puesto “ofertado”.
—Pero entonces… ¿no hay otra forma de entrar que ser introducido a dedo? ¿Y en un ente público?
—Al interesado siempre le quedará la opción de aspirar a un puesto de asociado, como sub-mileurista, aunque trabaje las mismas horas que los demás “colegas”. Claro que tendrá que tener ya otro trabajo (para garantizar su cobertura en materia de seguros y demás) y compaginarlo con su labor docente.
—Y así podrá introducirse…
—Bueno, siempre y cuando no haya ganado una oposición pública en otra instancia, por ejemplo, la Enseñanza Secundaria: entonces nunca podrá pasar de asociado.
—¡Pero esto es increíble, muchacho! ¡Yo financio la universidad pública con mis impuestos, y resulta que funciona como una entidad privada, donde unos elegidos se reparten el pastel!
—Pues así es, lamentablemente así es.
—¿Y qué criterios de elección siguen? Imagino que…
—Bueno, hasta donde llega mi experiencia, la elección se basa en la docilidad con que el escogido se presta a asumir un rol de siervo, ya sabes… hacerle el trabajo sucio a los titulares, lo que en la jerga llaman un “negro”.
—¿No cuenta el expediente?
—En absoluto. Eso no tiene nada que ver. Ni el expediente ni las ganas de trabajar: lo que se valora es la sumisión.
—Vamos, que cogen al que se deja dar por saco hasta el momento en que le toque dar a él.
—Podría decirse así, sí.
—Y la política… ¿influye?
—Depende en qué ciudad nos encontremos, pero… sí, sí. En las universidades gallegas, por ejemplo, es difícil hacerse un hueco si no simpatizas con el BNG. En ciertos departamentos de algunas universidades madrileñas, por ejemplo, domina el Opus. Pero en otros casos se trata simplemente de
tragar, de tener un estómago sin fondo y de ser un maestro en el arte de hacer la pelota.
—Sí, joder, sí, en eso los españoles son los campeones del mundo. Ya lo creo, muchacho. Pero créeme que me has dejado a cuadros… la verdad, nunca me había parado a pensar cómo funcionaría ese tinglado…
—En España lo público no se respeta, la gente hace de lo público su cortijo privado, se comporta con una inmadurez lamentable como pueblo.
—¡Pero lo que me cuentas se llama nepotismo!
—Siempre te queda la opción de irte al extranjero y…
—¡Joder, calla! ¡Emigrar, siempre emigrar, para que los hijoputas de siempre se salgan con la suya! No sigas por ahí, no sigas… ¡que me pongo enfermo!
—Pero bueno, ya está bien de hablar de mí, después de todo, ya sabes que yo no me arrastro, no nací con vocación de lombriz. ¿Qué me dices de ti, has resuelto…?
—¡Qué va, qué va! Mi ciudad es un nido de ratas, ¿sabes? Bah, allí impera el caciquismo más vergonzante. ¿Qué te parece a ti que se convoque un concurso arquitectónico en el Ayuntamiento y todo sea un paripé porque el jurado ya sabe a quién premiar (que es siempre uno del partido o con proyección comercial)?
—Te habías presentado…
—Bah… A mí, los del PSOE me la tienen guardada desde aquel día que denuncié en la radio el tráfico de influencias que llevaban a cabo en la adjudicación de cualquier evento, obra, etc. ¡Dios, qué escándalo se armó! Y los del PP no me perdonan que cuando me dieron la oportunidad de despotricar contra sus adversarios, me mostrara disconforme con sus proyectos, que no consistían más que en un cambio de manos en el poder.
—Pero a ti te ofrecían un puesto…
—¡Y qué! ¿Para que un chupatintas del partido me dijera cómo tenía que conducirme aquí y allá? ¿Para que me hicieran tragar toda su basura…? Los del PP no proponían más que su nepotismo en sustitución del nepotismo de sus adversarios, ¡y yo les critiqué! Y bueno, pues sí, ahora soy un apestado en esta ciudad, ¡no me encargan ni una maldita obra, porque todo son amiguismos, dependencia del poder político, servilismo con los medios!
—Entiendo… Por cierto, ¿qué es de tu hija?
—Está a la espera de abrir un bar. Verás, planeó ese futuro junto a su novio, pero llevan año y medio pagando el alquiler del local, licencias, papeles… y todavía tienen que esperar a que las administraciones cumplan sus plazos… ¿Tú te acuerdas de aquel escándalo que se formó en no sé dónde (bueno, fue hace bastantes años) que sucedió que la prensa filtró la noticia de que unos funcionarios corruptos cobraban por agilizar los trámites en la concesión de licencias? Bueno, muchacho, pues lo más lamentable para mí no fue observar cómo alguna gente se indignaba por aquello, ¡sino que no cuestionaban que hicieran falta casi dos años para abrir un maldito local en este maldito país!
—Dos años…
—Claro, solicitar licencia de obra, apertura, etc. Y dependes del puto ayuntamiento mientras apoquinas, joder, mientras apoquinas. Lo de este país es increíble, yo no me explico el servilismo que veo a mi alrededor, chico.
—Yo creo que ese servilismo va a ser difícil de erradicar cuando la gente ni siquiera ve la realidad.
—Bueno, como te contaba, ¿por dónde iba? Ah, sí, que estamos bien jodidos… Mira, yo estoy ahogado con mi tema con los bancos, tengo la soga al cuello, y la niña, pues eso… esperando… A veces me pregunto si no debí haber tragado en su momento, a veces pienso que tal vez fui demasiado inflexible.
—Ya… ¿y yo, cómo debería ser flexible, cobrando 500 euros con la esperanza de ascender dentro de diez años?
—Te entiendo, te entiendo, muchacho.
—Ni eso: porque no estás en la encrucijada de ser flexible o inflexible cuando ni siquiera te apuntan con el dedo.
—Y al final tendrás que largarte o resignarte a buscar suerte en colegios…
—U opositar. Pero en tu caso, el de un profesional liberal…
—Peor, peor, muchacho, peor porque mi profesión depende desgraciadamente de muchísimos intereses políticos, económicos, etc. No sabes tú el nido de corrupción que son los ayuntamientos españoles. Todo el país es un estercolero, si lo piensas bien. Por ejemplo, mi madre está cobrando una mísera pensión, después de haber trabajado toda la vida, mientras la madre de mi ex-mujer cobra más de 2.000 mensuales por ser viuda de un afín al régimen, tal y como te lo cuento. ¡Y los difuntos desempeñaban profesiones similares!
—Ya. Pero ante todo esto, ¿qué hacer?
—Yo qué sé… yo qué sé… Lo primero sería que la gente tomara conciencia, que se diera cuenta de que los partidos lo controlan todo en este país, de que hay que acatar políticas fiscales de vergüenza, de que los bancos son únicos en su género en la rapiña que practican, de que múltiples organismos públicos son endogámicos… ¡La gente tiene que entender, maldita sea, que es difícil, francamente difícil que en España prospere un espíritu independiente, alguien honesto, que no incline la cerviz a todas las malditas horas!
—Sí, sí, lo primero es reclamar que lo público funcione como tal, con absoluta transparencia. Pero…, ¿no será un problema cultural? Quiero decir que… compara la situación con los países escandinavos, donde los impuestos que recauda el Estado revierten en forma de unas muy buenas prestaciones sociales, y todo funciona a su debida manera. Aquí las prestaciones, mucho más modestas, se presentan como limosnas del poder, ¡cuando son un derecho de los ciudadanos!, mientras que el funcionamiento de las administraciones deja mucho que desear.
—¡Es la hostia, y en un país con más de tres millones de funcionarios*, gran parte burócratas, y gran parte habiendo ganado sus puestos a dedo! Ya no me defenderás ahora al funcionariado tanto como antes…
—Bueno, según la lógica de Estado, son indispensables. El problema, a mi juicio, está en el exceso de burócratas… y tal vez en algo más, si pienso en mí mismo y en cómo las ratas me cierran el camino.
—Efectivamente: en algo más: en que el español medio es corrupto, envidioso, mediocre, servil, ruin. En que tiene la lengua marrón, de todos los culos que lame. En que es un cainita, un animal de clan, de partido. En que desconoce el significado de la democracia, en que le llama democracia a la manifestación de una voluntad mayoritaria, generalmente iletrada. En que reclama jefes, caudillos, déspotas que rijan su vida. En que es un irresponsable en potencia, mentalmente un menor de edad, un esclavo, un dependiente.
Risa, yo diría que amarga, del joven.
—Ya, pero... ¿qué hacer? ¿Qué podemos hacer nosotros, los independientes, ahogados de soledad, de deudas, de frustración?
—No lo sé, no lo sé, maldita sea. Desde luego, no podemos esperar de brazos cruzados a que este sistema se caiga por el peso de su inmundicia… pero, bravuconadas aparte, no veo ninguna posibilidad de cambio sin una previa toma de conciencia colectiva. ¿Va eso contra tus ácratas principios? Porque un hombre solo, como decía Hemingway, un hombre solo no puede, no puede…
—Tengo que dejarte. Ya seguiremos hablando.
—Sí, tenemos que despotricar contra los bancos. Nos vemos, muchacho. La próxima vez gastamos saliva con los bancos. Cuídate.

EL LOBO ESTEPARIO

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